Aunque el movimiento de solidaridad con el pueblo palestino lleva décadas denunciando la ocupación sionista de Palestina, en las últimas semanas estamos asistiendo a un estallido de iniciativas y actividades solidarias con el pueblo palestino. Toda esta movilización que alcanzó su punto álgido durante las jornadas que coincidieron con la Vuelta ciclista 2025 han sido impulsadas por una sociedad civil harta de ver imágenes terribles en los diferentes medios de comunicación que nos muestran un reguero diario de víctimas, mayoritariamente mujeres, ancianos y menores de edad.
Ante esta presión algunos líderes políticos han comenzado a moverse desde las posiciones políticas mantenidas desde hace casi dos años, marcadas por el silencio cómplice, hacia la adopción de una serie de denuncias que pretenden transmitir la idea de que el mundo político está moviéndose para cambiar las cosas.
Existe una idea que se repite: llegamos tarde. Efectivamente, se han perdido muchos meses sin adoptar medidas reales tendentes a sancionar la política genocida y criminal impulsada por el gobierno israelí de B. Netanyahu. Corremos el riesgo de que repita lo ocurrido hace más de cien años cuando las potencias quisieron reconocer el sacrificio del pueblo armenio otorgándole el derecho a constituirse como estado. Aquella decisión llegó cuando el pueblo armenio había sido ya exterminado y los supervivientes expulsados de sus tierras tradicionales.
Nunca sabremos el número total de muertos en esta campaña. Hay una cifra oficial que habla de más de 60.000 muertes debidas a los bombardeos pero conviene recordar la existencia de otras muchas miles de muertes debajo de los escombros que no se cuentan porque sus cadáveres no han sido recuperados. Informes vinculados a las Naciones Unidas hablan de una cantidad que puede rondar hasta el medio millón. Sea como fuere, se necesitará mucho tiempo para tener una idea más o menos cercana a la realidad del número de víctimas causadas por esta ofensiva militar israelí.
Es por eso que la sociedad civil, liderada por los movimientos de solidaridad presentes en todos los territorios del estado, nos hemos puesto en marcha y no vamos a detenernos hasta conseguir parar esta guerra criminal. Queremos que se reconozcan los derechos del pueblo palestino. Queremos que se cumplan las sanciones contra el estado de Israel decretadas por el Tribunal Internacional de Justicia al apreciar indicios claros de genocidio en contra de la población civil palestina. Creemos que el destino de B. Netanyahu solo puede ser la entrega a la Corte Penal internacional que juzga los crímenes de guerra y contra la Humanidad. Ya lo hizo contra responsables políticos africanos o de la región de los Balcanes. Esperamos que ahora lo haga con un aliado más cercano a Occidente. Los crímenes de Israel no pueden quedar impunes. Y conviene recordar que los crímenes de lesa humanidad no prescriben. Queremos a Netanyahu sentado ante un Tribunal que le juzgue por sus crímenes de guerra.
Cuando en 1946, después de la II Guerra Mundial, Rafael Lemkin procedió a codificar los rasgos que definen una política genocida, señaló uno de los que hoy apenas hablan los medios de comunicación, a pesar de que se trata de algo muy evidente: la existencia de una planificación previa que tenga como objetivo el exterminio de un grupo étnico o colectivo social. Israel sabe perfectamente lo que está haciendo porque lleva muchos años aplicando una política de exclusión social, destrucción de infraestructuras y presión militar para que los habitantes palestinos abandonen sus tierras o forzarles a hacerlo.
En esa política previamente planificada toca incluir lo que afecta a la destrucción deliberada de toda la infraestructura sanitaria y escolar entre la población palestina. Utilizando el hambre y la sed como arma de guerra, asesinando a periodistas para que no se pueda contar la verdad de los hechos que ocurren en Gaza, destruyendo escuelas y hospitales y otras barbaridades, Israel pretende impedir el desarrollo del pueblo palestino.
Si recordamos lo ocurrido durante los meses de pandemia, cuando se decretó la política oficial de confinamiento, se abrió un largo debate sobre la pérdida de tres meses de actividad escolar entre nuestra población escolarizada. La pérdida de aquellos tres meses se convirtió en un reto que tocaba recuperar para que el proceso de educación y formación de los menores no se viera alterado.
¿Qué podríamos decir del caso de Gaza? Miles y miles de menores de edad han muerto asesinados en sus tiendas de campaña. Las escuelas han desaparecido por ser, en opinión del gobierno israelí, nidos donde se esconden los terroristas de Hamas. Algo similar ocurre con los Hospitales. La política genocida pretende que no se puedan volver a levantar escuelas o nuevos hospitales, en Gaza. De este modo, ¿quién formará a los jóvenes para el futuro?, ¿dónde estarán los miles de menores asesinados que no podrán asistir a las clases y dejarán un terrible mordisco en la pirámide de población? ¿Cuántos médicos y personal sanitario habrá logrado sobrevivir? ¿Qué estará pasando con los miles de docentes que atendían el proceso de enseñanza/aprendizaje entre la juventud palestina?
Todavía nos encontramos con la existencia de personajes como José María Aznar que afirma que lo que hay en Gaza es una simple guerra y que si la pierde Israel se vendrán abajo los valores occidentales. Otros, como Isabel Ayuso, se hacen fotos con deportistas que representan al estado sionista. La Historia les juzgará por su inacción y connivencia con los perpetradores del genocidio.
Desde la Confederación Intersindical (CI), organización de clase, internacionalista, formada por diferentes Intersindicales territoriales y sindicatos sectoriales del Estado Español llamamos a redoblar la movilización en estas semanas críticas. Los pasos políticos que llevan a reconocer el estado de Palestina, son torpes y tardíos. Hay que imponer sanciones duras a los genocidas. Detener la guerra es parar el genocidio. Nos movilizamos para sumarnos a diferentes iniciativas en marcha en estos momentos: Marea Palestina, defensa de La Flotilla que busca romper el aislamiento de Gaza entregando medicinas y alimentos para la población, impulsamos diferentes movilizaciones que culminarán con la convocatoria de una movilización en los centros de trabajo el próximo día 15 de octubre. Todo ello dentro de un horizonte marcado por una huelga, el arma más importante que tiene la clase trabajadora.
Para la clase obrera la defensa de la paz es una obligación.
Solo una movilización internacionalista de los pueblos podrá detener el genocidio
Solidaridad con la lucha del pueblo palestino.
Los Derechos humanos son para todos y todas o son un fraude.