El término The Great Resignation, fue acuñado en 2021 por el Profesor de la Universidad de Texas, Anthony Klotz. Poco tiempo después ha llegado al sector educativo, ya se habla sin tapujos, a nivel mundial de la “Gran Dimisión” o usando otros términos como: renuncia, abandono, o desencanto del profesorado hacia la tarea de enseñar. Un informe de la UNESCO de 2023, subrayaba que la tasa de “dimisión” ha pasado del 4,5% a un 9% en menos de una década. Francia ha notificado 20.000 aspirantes menos en las últimas oposiciones, en algunas especialidades había más plazas que personas.
Educar empieza a dejar de ser una opción atractiva en nuestro país -como en el resto-. El incremento e inutilidad de la burocracia; la falta de tiempo para preparar bien las clases; los salarios insuficientes para atender la conciliación familiar; el mal comportamiento de los y las estudiantes; la falta de respeto por parte de las familias, … hace que el profesorado se encuentre cansado, con desánimo, con estrés, frustrado, degradado, insatisfecho y con una importante pérdida de ilusión, que es la peor cosa que le puede pasar a la educación.
En nuestro país, ha empezado en la etapa de Secundaria, una “deserción” sin precedentes, que complica cada semana en todos los territorios, la sustitución de vacantes en especialidades como: Matemáticas, Informática, Física y Química y muchas de FP. La lista se va agrandando por momentos -*se adjunta en el anexo el listado de 64 especialidades de Secundaria donde la Consjería no encuentra profesorado para dar clase-. Se ha llegado al punto de saltarse la exigencia del requisito de Máster de Educación por parte de la Administración educativa. Hasta la fecha, esta situación no se da en la etapa de Infantil y Primaria, pero el impulso de la OCDE para imponer la jornada partida ha abierto el debate, e Isabel Ayuso acaba de anunciar que será obligatoria en los nuevos centros escolares públicos de la Comunidad de Madrid, sin negociar con la parte social. Sin duda esta decisión agrandará el problema.
Quienes defienden la jornada partida, han llegado a exponer que esta combate las desigualdades sociales entre el alumnado y mejora los resultados académicos. Ni una cosa ni otra ha sido demostrada con ningún resultado educativo. Cualquiera de los estudios comparativos internacionales concluye, en cambio, que la brecha educativa en el rendimiento académico se produce principalmente por el nivel socio-económico de las familias. La distancia educativa entre “ricos y pobres” lleva aparejada más de dos cursos de diferencia entre unos y otros, independientemente del sistema y de la jornada escolar. Estas diferencias se observan dentro de un mismo país, territorio e incluso dentro de una misma aula. Las políticas educativas no son suficientes cuando nos situamos por debajo de cierto umbral de necesidad: sin medidas reales para subsanar las diferencias de clase, sin inversión ni recursos, hablar de jornada escolar es un debate estéril que en ningún caso da respuesta a los problemas del alumnado más desfavorecido a nivel económico y cultural.
La idea de educación que viene de la mano de la OCDE u otros organismos -léase think tank o laboratorios de ideas, al servicio de grupos de presión-, en cambio, viene acompañada de una serie de recomendaciones que van en una lógica distinta a la descrita. Conviene recordar que estas instituciones tienen como objetivo la promoción de individuos competitivos como motor de la productividad, orientados a la empleabilidad, con el fin de aumentar el crecimiento de las empresas, sin una visión integral, transformadora y humanística de la educación que persiga el objetivo de mejorar la sociedad en la que vivimos.
Desde STE-CLM interpretamos estas medidas como un “entrenamiento” para acostumbrar a las y los futuros trabajadores a jornadas interminables, una escuela al servicio de los poderes económicos que buscan emprendedores flexibles y adaptables. Quieren que la escuela sea el reflejo de una realidad laboral precaria sin políticas de conciliación laboral y familiar. Ni la educación es un mercado, ni las desigualdades sociales se erradican partiendo la jornada, ni tampoco es aceptable que la escuela sea la única herramienta o mecanismo de conciliación laboral y familiar. No nos cansaremos de subrayar que los centros escolares no son guarderías y pueden estar seguras las Administraciones educativas que tendrán a los STEs firmemente en contra, en las calles, en las mesas de negociación, en los medios de comunicación o donde haga falta.